En primera persona
La maniobra de adelantamiento indebida de un
conductor nos pudo costar la vida. Han pasado treinta días y la gratitud por la doble
suerte no cesa. Con la serenidad de todo el amor recibido en este tiempo la
pregunta es: ¿por qué tantos accidentes inexplicables?
El mediodía desplegaba su espléndida primavera. El
recorrido transitaba por un paisaje para enmarcar. El silencio en la gran recta
solamente estaba roto por el natural ruido del campo en esta estación. La
conversación más que grata. Súbitamente una acción inexplicable, cambiaba el
trayecto marcado para el fin de semana.
En décimas de segundo un latigazo de
dolor sin límite recorría la espalda. La fuerza de un vehículo a mayor
velocidad impactaba. La gravedad ejercía su poder. Incredulidad, preguntas
y llamada de auxilio.
Durante unos minutos, la voz del
conductor que provocaba el accidente, repetía sin cesar un solo
argumento: no saber qué le había ocurrido. Eso sí, los tozudos hechos, sucedían con pasmosa claridad. En la vía una moto,
detrás de ella un camión y nadie más a quien adelantar por carril alguno: un
claro caso de un vehículo grande que arrolla al pequeño en una carretera vacía.
A partir de ese instante el protocolo se
activaba: rápida presencia de la Guardia Civil y UVI Móvil. Primeras
curas, inmenso cariño en las manos de médicos, enfermeras y auxiliares en los
primeros minutos y cada día desde entonces. El viaje cambiaba de destino.
Escrito en el atestado:"maniobra indebida de adelantamiento del conductor
del camión".
Con la objetividad de las semanas transcurridas desde este día, la
pregunta va más allá de lo particular: ¿por qué en una recta de gran
visibilidad un conductor embiste a un vehículo de dos ruedas?
La respuesta a esa pregunta todavía no
tiene contestación pero si consecuencias: fractura de L1, heridas y quemaduras.
Este personal subrayado vital podrá ser
cercano para algunos. A otros, afortunadamente, les parecerá uno más de los
muchos accidentes que cada día escuchamos en los titulares de los informativos.
El exceso de velocidad, adelantamientos indebidos, despistes, excesivo
conocimiento de la carretera, el móvil,...son algunas de las causas que los
provocan.
Muchos relatos en primera persona nos
servirán para recordar que, cuando conducimos un vehículo, somos
responsables de otras vidas. En nuestras manos están los sueños, las ilusiones
y los proyectos vitales de quienes caminan por la misma carretera que nosotros.
En una sociedad donde ponderamos la tecnología y nos entregamos a ella sin
límites, no debemos perder el respeto por las acciones cotidianas. Poner todos
nuestros sentidos en lo que de verdad importa nos aportará seguridad y con ella
felicidad. Vivamos el aquí y ahora también al emprender ruta al volante. No
nos abandonemos a máquinas "casi perfectas" que mantienen velocidad
constante, rebosan sistemas de seguridad pero necesitan de un corazón y una
mente humana centrada para ser conducidas.
Nuestra vida y la de otros no pueden
pender de una inexplicable "maniobra indebida".
Afortunadamente en este caso, las gracias
siempre. El tiempo de reposo, el calor de las personas que importan y una gran
sonrisa sanaran las heridas... en otros muchos no es así.
Hoy el abrazo intenso para quienes
retoman la vida con serena sonrisa.
Publicado en la revista www.otromundoesposible.net
http://www.otromundoesposible.net/en-primera-persona/
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