Ni independiente, ni segura, ni con voz


Creer en la igualdad y la dignidad de las personas. Creerlo durante 60 años, luchando contra gigantes, es para elogiar.
Desde nuestro cómodo sillón vemos estos días en Venezuela como, la sinrazón, conlleva la falta de alimentos y medicinas. ¿Se imaginan a su hijo con fiebre y no poder darle una simple dosis de medicamento para aliviarlo?

Hay personas que siguen creyendo que, para acabar con la pobreza, la solución hay que trabajarla en los países de origen de la misma.

Hambre ocasionada por la corrupción, por la mala política de los grandes que no dejan medrar a los pequeños.

Mientras las potencias fuertes se reúnen sin dar soluciones reales, mientras tanto, la ONG Manos Unidas trabaja. 60 años de labor incansable para cambiar la desigualdad.

¿Qué me pongo hoy? ¿Doy un paseo de 10 km? Podrían ser preguntas de cualquier mujer hoy en Zaragoza. Las mismas frases en India, Colombia o Kenia tienen un significado diferente: no tener nada que ponerse o caminar 10 km para llevar agua a su hogar.

Algunos se sienten orgullosos de entrevistar a dictadores, otros de invertir tiempo y dinero en cambiar el lenguaje, o de no solucionar problemas sencillos como la limpieza de un río. Y en ese mismo tiempo mujeres como Diana Marcela Torres dan valor a ONG como Manos Unidas. Ella trabaja en la frontera entre Colombia y Venezuela. Con las aportaciones que llegan desde parroquias españolas, atiende a mujeres y niños que huyen de la dictadura y sus consecuencias. Mujeres embarazadas cuyos hijos nacen en un país que no puede acogerlos ni darles nacionalidad, niños sin patria que no tienen ningún derecho.

Manos Unidas centra su trabajo para este nuevo año en la mujer del siglo XXI, en aquella: ni independiente, ni segura, ni con voz. Esta tarea sí que merece la pena.


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