El honor y los hechos


Dicen que uno de los puntos geográficos en Aragón de mayor carga eléctrica por tormentas, se halla entre las localidades de Alcañiz y Andorra. La N-232 penetra impenitente en la tierra bajoaragonesa en ese punto.
Fue allí, una tarde de primavera, al atardecer, cuando la fuerza del chaparrón superó la rotación de los limpiaparabrisas.
 La visión y la conducción se hicieron imposibles. Había que detener el vehículo instantáneamente, en el arcén, no había posibilidad de avanzar un metro sin riesgo de salir de la vía o de impactar con otro viajero.

Los relámpagos y truenos cincelaban un escenario becqueriano.

Abrir la puerta para buscar en el maletero unos nuevos limpiaparabrisas constituía toda una hazaña. La tormenta perfecta se había configurado en aquel punto de la nacional. El viento tumbaba el cereal.
Con mucho esfuerzo conseguí abrir el maletero del coche; en aquel instante el sonido de un claxon me sobresalto.
Tras de mi un coche patrulla de la Guardia Civil.
Un agente bajo del mismo y se encaminó a la parte trasera de su vehículo para señalar el incidente. El otro agente se acerco para indicarme que entrase en mi automóvil. Con las palabras justas supo de la avería. Me indico que continuase dentro. En unos minutos y con gran precisión cambio la pieza. Le di las gracias, miro a su compañero y me hizo señales para que continuase el trayecto.
Nunca supe si los guardias pertenecían al cuartel de Alcañiz, Calanda, Andorra, Calanda o Hijar. Nunca pude agradecerles aquel gesto. Su ayuda me hizo regresar puntual del trabajo a mi casa y abrazar a mi pequeña.

Muchos años mas tarde, en otra comarca aragonesa, dos guardias civiles eran los primeros en socorrerme tras un gravísimo accidente de tráfico.

Esa es la Guardia Civil. Es la que habla con nuestros mayores y les da cariño en los pueblos mas pequeños, la que vela por que no se produzcan hurtos en el medio rural, la que cuida del medio ambiente y de que no se produzca maltrato animal, son los agentes que localizan plantaciones de marihuana…
La Guardia Civil es la que durante semanas busca en el fondo de un rio el cadáver de un hombre que caía a las aguas con su coche tras un infarto.
Tambien es la que nos multa cuando no cumplimos la normativa de tráfico, aunque en ocasiones creamos que el “guardia tenía un mal día”.

A ellos, con un sueldo por debajo de su nivel de riesgo, se les utiliza ahora como cabeza de turco. Cada día es mayor el nivel de desinformación, de utilización de las noticias, de lanzar mensajes que poco tienen que ver con la realidad. Cuando parecía que todas las instituciones eran susceptibles de manipular, el Gobierno de España choca de frente y sin calcular riesgos con:” El honor es mi divisa”.

Hay muchos ciudadanos que dicen estar cansados de tantas aperturas de programas de radio con titulares que hablan del “mal gobierno”, de la crisis sanitaria en nuestro país. Y tienen razón, es agotador para todos. Pero es una obligación diaria para aquel que comunica, cumplir con la tarea de buscar la verdad de los hechos.
Ayer fueron las cifras erróneas de las muertes por covid19, antes las mascarillas, durante  el poco respeto a los sanitarios, hoy la Guardia Civil y sus destituciones.
Todo es superable sin duda, presidentes de EEUU son ejemplo de ello, los titulares se superponen siendo cada día más gruesos de digerir. Aunque parece que manifestaciones de sanitarios que provocan la destitución de una consejera y Guardías Civiles que anteponen el honor al ascenso, nos reconcilian con la vida.

Digan lo que digan ministros y directores generales, nunca conseguirán  borrar el intenso abrazo de mi hija a la salida de la guardería aquella tarde de tormenta, gracias a la pericia de un agente anónimo.

Los años, probablemente, hagan recordar a quienes ahora creen estar por encima del honor, que la conciencia es el mayor alimento del alma.
“Ut sementem feceris, ita metes” decía Cicerón


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