Amor invisible...

¿Donde están los duendes? ¿Por qué me siento tan feliz? ¿Cuando llegué?
Cierro los ojos, acaricio la piedra y me dejo llevar. Vuelo hacia donde tú estás. Muchas lunas después te recuerdo. Fuiste un amor de verano. Al atardecer admiré tu belleza y en la noche llegó la pasión. Tenía el alma dormida y emprendí viaje. Angosta carretera me condujo a ti.
Una impresionante formación caliza de la edad cretácica acompañó mi llegada. Los "Órganos de Montoro", fastuosos sobre el río Guadalope, me recibieron.
El agua, siempre el agua, rodeó mis paseos. Fue allí en el nacimiento del río Pitarque, donde sentí tu presencia por primera vez. Tras una estrecha y sombreada senda, el sonido del líquido elemento se escucha con fuerza. Cascada de incontables gotas cristalinas que choca contra la desgastada piedra.
Más tarde, en el descanso de las calles con casas de muros de mampuesto o tapial, te percibí de nuevo.
¿Quien te llamó?
Fue en la Lonja renacentista, en la Plaza del Ayuntamiento donde los dardos me atravesaron. Sentí como la felicidad retornaba; creí de nuevo en la ilusión de los detalles. La sonrisa torno a mi rostro, mis músculos se relajaron. No se cuando llegué, pero si cuando regresé.
Desde el momento en que abandoné el lugar donde los duendes crearon atractivas formas, solo deseo volver. Allí dejé algo más que agua, piedra, casas o muralla.
Afortunado encuentro con el amor invisible.
Entre el musgo de verde intenso, me regalaste una parte de ti. La guardé
entre mis dedos y su suavidad caliza eres tu. Perdida la noción del tiempo, solo quiero ser Villarluengo.

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