Un día ella dice basta…


“Se escucha la llave. La puerta cierra de golpe. El estómago se encoje. Solo quieres hacerte invisible. Pasos hasta la cocina. Cena en silencio. Falta sal y el drama llega. Un vaso al suelo, un grito y el estómago duele más fuerte. Palabras fuera de lugar, sentido de culpabilidad generado por los años de tortura. Hoy ha sido la sal, mañana será una camisa mal planchada.
Ambos tienen excelentes trabajos. Ambos son buenos profesionales. Pero ella, por imposición, ha asumido doble jornada, es responsable de su hija y además se le exige obediencia sin discusión.
Ella calla, sonríe en las reuniones familiares, en las cenas de trabajo, muestra una felicidad irreal para hacer su vida más soportable. Sobre todo, no se rebela por su hija.
Un día él rompe sin más un vaso, un cuadro, una puerta y la niña se esconde en su habitación poniendo una silla como protección. Ese día ella dice basta. Y después de 20 años sale del negro agujero del maltrato. Recupera su autoestima y comienza de cero. No le importa comenzar de nuevo pues, ahora nadie golpeará la cristalería por la falta de sal o por una camisa mal planchada. Ha recuperado su vida.
Existen muchas formas de maltrato. El maltrato tiene muchas caras. Familias con bajo poder adquisitivo y familias con profesiones liberales.
El empeño de algunos hombres en someter a sus mujeres no tiene clase social”.
Estas palabras escribía hace cuatro años, desgraciadamente hoy siguen teniendo vigencia. Ayer dos mujeres fueron asesinadas a manos de sus parejas. En mi retina y en mi corazón el caso de Vanesa Barrado. ¿Porqué y hasta cuando?
“Nadie es dueño y señor de nadie.
Nadie tiene la llave del miedo.
Ante la primera palabra de amenaza, ante el primer golpe, plantemos cara al maltrato”.






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